Mateo
1 Entonces entrando en un barco, pasó al otro lado, y vino a su ciudad.
2 Y he aquí le trajeron un paralítico, echado en una cama; y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Confía, hijo; tus pecados te son perdonados.
3 Y he aquí, algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.
4 Y viendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis malas cosas en vuestros corazones?
5 ¿Qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados; o decir: Levántate, y anda?
6 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa.
7 Entonces él se levantó y se fue a su casa.
8 Y la multitud, viéndolo, se maravilló, y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.
9 Y pasando Jesús de allí, vio a un hombre que estaba sentado al banco de los tributos públicos, el cual se llamaba Mateo; y le dice: Sígueme. Y se levantó, y le siguió.
10 Y aconteció que estando él sentado a la mesa en su casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.
11 Y viendo esto los fariseos, dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?
12 Y oyéndolo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
13 Andad pues, y aprended qué cosa es: Misericordia quiero, y no sacrificio; porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a arrepentimiento.
14 Entonces los discípulos de Juan vinieron a él, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
15 Y Jesús les dijo: ¿Pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
16 Y nadie echa remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque el tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura.
17 Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y se pierden los odres; mas echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conserva juntamente.
18 Hablando él estas cosas a ellos, he aquí vino un principal, y le adoró, diciendo: Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19 Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos.
20 Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre hacía doce años, llegándose por detrás, tocó la franja de su vestido,
21 porque decía entre sí: Si tocare solamente su vestido, seré libre.
22 Mas Jesús volviéndose, y mirándola, dijo: Confía, hija, tu fe te ha librado. Y la mujer fue libre desde aquella hora.
23 Y llegado Jesús a casa del principal, viendo los tañedores de flautas, y la multitud que hacía bullicio,
24 les dijo: Apartaos, que la muchacha no está muerta, mas duerme. Y se burlaban de él.
25 Pero cuando la multitud fue echada fuera, entró, y la tomó de su mano, y se levantó la muchacha.
26 Y se difundió esta fama por toda aquella tierra.
27 Y pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: Ten misericordia de nosotros, Hijo de David.
28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dicen: Sí, Señor.
29 Entonces tocó los ojos de ellos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.
30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.
31 Mas ellos salidos, divulgaron su fama por toda aquella tierra.
32 Y saliendo ellos, he aquí, le trajeron un hombre mudo, endemoniado.
33 Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la multitud se maravilló, diciendo: Nunca ha sido vista cosa semejante en Israel.
34 Mas los fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
35 Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el Evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y todo flaqueza en el pueblo.
36 Y viendo la multitud, tuvo misericordia de ella; porque estaba derramada y esparcida como ovejas que no tienen pastor.
37 Entonces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.
38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.